junio 25, 2014

En el río Hífasis

Alejandro de Macedonia acababa de derrotar al rey Poros y sus elefantes de guerra, dominaba ya Grecia, Asia Menor, Oriente Medio y el norte de la India y se planteaba cruzar el Ganges y continuar sus conquistas en el subcontinente indio. La última batalla había sido especialmente sangrienta y las tropas estaban cansadas, hartas de tanta batalla, no querían volver a enfrentarse a los elefantes de guerra, querían, por primera vez desde el comienzo de las campañas de Alejandro, volver sobre sus pasos, estaban cansados de la lucha. Los soldados acabaron amotinándose junto al río Hífasis y Alejandro no tuvo más remedio que ordenar el regreso.

Curitiba, Rio o Salvador de Bahía han sido testigos mudos de como un ejército vencedor en tantas batallas se negaba a seguir luchando, de como las cicatrices, los kilómetros, el cansancio, el hastío de ganar, han acabado por derrotar a la selección española mucho antes de que lo hiciesen Holanda y Chile. Como los soldados de Alejandro en el Hífasis, el deseo de regresar, al hogar, al calor, a la comodidad han ganado a la ambición.

Es cierto que había jugadores con problemas físicos, lesiones recientes o mal curadas. Es cierto que la temporada ha sido muy exigente, que Liga y Champions se han resuelto en finales de puro desgaste, de pura resistencia. Es cierto que el seleccionador ha podido cometer o ha cometido errores. Todo ello es verdad, pero también lo es que todas ellas habrían quedado atrás si el deseo, la ambición estuviesen aún presentes. Como los soldados de Alejandro, Xavi, Casillas, Alonso o Piqué han ganado batallas cruentas, han superado obstáculos que parecían insalvables, y tras cada uno de ellos han seguido adelante … hasta llegar a su Hífasis.

junio 18, 2013

Jugar al balón

Hace tiempo que el fútbol dejó la calle, la imagen de una plaza, un descampado, un prado, con un grupo de niños corriendo tras una pelota, porterías formadas con piedras, con los abrigos, con las carteras escolares, hace tiempo que sólo se observa en blanco y negro. Fotos de un tiempo en que no se jugaba al fútbol, se jugaba al balón, un tiempo en el que no había entrenamientos, ni equipajes, ni botas de diseño, un tiempo tan perdido como los trenes de vapor. Los niños desde los seis años están federados, forman parte de un equipo estable, con sus reglas, sus entrenamientos, su liga, su equipaje, sus entrenadores… Los futbolistas prematuros son formados desde esas tiernas edades en los fundamentos del fútbol, en la técnica, el control, el pase, la táctica, se van especializando, pasando de jugar el balón a ser centrales, extremos o lo que sea.
Muchos de los futbolistas que hoy forman la generación más exitosa del fútbol español han nacido y crecido en alguna de esas escuelas de fútbol, en esas granjas que convierten a cachorros en futbolistas. El balance tiene que ser forzosamente positivo, tanto que el modelo es envidiado y copiado en las cuatro esquinas del continente. Pero (es muy cántabro ponerle pegas a todo) uno que se siente más cerca de la lírica que de la tecnología, añora a alguno de esos futbolistas formados en la calle que destrozaban los zapatos nuevos a la salida de la escuela, que se doctoraban en eso que se llama el otro fútbol mucho antes de aprobar primero de cuatro cuatro dos, sí, aquel fútbol desordenado, sin árbitros, sin entrenadores, duro, hermoso a su manera. Aquel fútbol que no era fútbol, era jugar al balón.
julio 2, 2012

Olimpo

El fútbol es mucho más sencillo. Tras miles de discusiones sobre el juego de España, que si es romo, que si es aburrido, que si el problema es el nueve, el falso o el verdadero, que si el problema es el doble medio centro, que si los laterales, que si faltan extremos. Nada de todo eso, al final sólo faltaba la mejor versión de Xavi. Tras una temporada larga, exigente, tensa, extenuante, Xavi Hernández guardaba las últimas gotas de su mejor esencia para el momento cumbre, la final. Desde el primer momento se pudo ver que el partido iba a ser diferente a todos los anteriores de la selección española, nada de esperar, nada de softly killing, nada de madurar al rival. No, contra Italia todo parecía indicar que se buscaba la victoria por la vía rápida, posesión, sí, pero con velocidad, movimiento, desmarques y verticalidad, y todo ello dirigido por el mejor Xavi del torneo. Así llegó el primer gol, desmarque en profundidad, pase preciso, centro y gol. Y así llegó el segundo, pase de Xavi y gol de uno de las sensaciones del campeonato, un Jordi Alba que se ha convertido en el mejor en una posición escasa de talento como la de lateral izquierdo.

Las escasas esperanzas de Prandelli se esfuman cuando Motta se echa mano a la parte posterior del muslo con el gesto de dolor dibujado en el rostro. Prandelli, siempre de pie al borde del terreno de juego lo ve, se da la vuelta y se sienta en el banquillo, no hay nada que hacer. España, en lugar de levantar el pie, mantener la posesión y no arriesgar, decide afilar aún más el cuchillo, a Silva, Fábregas e Iniesta, les sustituyen Pedro, Torres y Mata, más velocidad, más verticalidad. Caen dos goles más pero da la sensación de que hubiesen caído todos los que hubiese sido necesarios.
¿Y ahora que? dicen los que han mantenido la fe, ¿no era aburrido el juego?. No debemos caer en el juego perverso de los extremismos. Para ser justos, ha habido momentos brillantes (la segunda parte del primer partido contra Italia, el partido contra Irlanda, ráfagas contra Francia o la prórroga contra Portugal) y momentos grises, de juego lento y romo, sin embargo, la final ha sido distinta, ha sido brillante en cada momento, en cada lugar y en cada futbolista. La selección española ha mantenido en estos cuatro años un nivel que alterna el notable con el sobresaliente, pero faltaba ese momento de matrícula de honor, faltaba erigir el monumento que recuerde esta época y ese momento ha sido el partido de la final.
En el fútbol de selecciones sólo unos pocos equipos han logrado dejar huella más allá de la victoria y de los títulos, el Wunderteam de Hugo Meisl allá por los años treinta, los Mágicos Magiares con Puskas, Kocsis o Higegkuti, el Brasil del 58 de Pelé, Garrincha o Vavá, el del 70 de Pelé, Rivelino o Carlos Alberto, la Naranja Mecánica de Cruyff, Neskens o Krol. La selección española desde 2008 hasta … va a quedar dentro de ese selecto grupo, de ese club de los que han marcado tendencia y han creado estilo, de los que han entrado en el Olimpo del Fútbol (sí, con mayúsculas).
junio 29, 2012

Cerveza sin alcohol

Tras los debates artificiales, las dudas, las críticas, la exigencia de ganar siempre y hacerlo jugando bien, tercera final en tres campeonatos. Horas de radio, kilos de papel y litros de tinta malgastados en torno a un problema que no es tal, porque estamos hablando de gustos y los gustos se cuentan, se comparten, se enumeran, pero es absurdo discutirlos. Lo curioso es que el mayor ruido ha sido generado por quienes defienden el modelo, el altavoz de los críticos han sido los que denostaban a esos críticos. La inquisición, condenando brujas admitía de manera implícita la existencia de brujas.  ¡Que importa todo eso!, un larguero, Casillas, Ramos, el drama, la alegría…

De los dos partidos me gustó más el segundo, la verdad, lástima que sólo durase treinta minutos. Durante el primer partido los rivales se comportaron como púgiles timoratos, mucho movimiento de pies, mucha esgrima, mucho baile, pero pocos golpes. Tampoco vamos a volvernos locos con eso, es el juego de España, amagar y esperar, moverse y evitar ser golpeado y, cuando el rival está cansado, hacia el final el combate, lanza sus golpes decisivos. Enfrente un rival que se protege realmente bien pero que sólo tiene un golpe, del que todo el mundo habla pero que no siempre aparece, de hecho la frecuencia de su aparición es inversamente proporcional a la calidad del rival y a la importancia de la cita.

Para esta ocasión Portugal lucía sus mejores galas, una defensa que combina el acero y el músculo por dentro, con la seda y la sutileza por afuera. Un centro del campo versátil, dinámico, talentoso pero con tendencia a perder el criterio. Y una delantera  talentosa (al menos dos de los tres). Con esos ingredientes dio la impresión de sólo tener dos jugadas, balón a la banda derecha para el regate (contra todos) de Nani o balón a la izquierda para la arrancada feroz, como una amenaza más imaginada que real. Uno tiene la sensación de que Ronaldo busca siempre la jugada definitiva, el gol que se convierta en paradigma, el golpeo que rompa la red, que se pierde buscando la matrícula de honor cuando un notable sería bastante.

La selección española apareció de nuevo vestida de sí misma, al menos de esta versión 2012, construyéndose alrededor de la posesión, combinando, fabricando rondos infinitos, estrecha y roma. La aparición de dos jugadores verticales como Pedro y Navas, bien abiertos, junto a la presencia de Iniesta más centrado cambió el panorama. Especialmente en la prórroga, España fue atrevida, dominadora, incisiva y si no marcó fue por Rui Patricio (o por la falta de un killer, con perdón). Quienes me han leído alguna vez saben de mi tendencia retro, soy tan antiguo como jugar con dos extremos y un delantero centro. No me gustan el café descafeinado, la cerveza sin alcohol, la sacarina, el falso nueve…
junio 19, 2012

Fútbol sin porterías

Hubo un momento durante el partido de ayer en que me sorprendí gritándole a ese rectángulo por el que pasan imágenes como si pudiese oírme, ¡tira!, ¡tira! gritaba inútilmente, pero en ese momento lo vi claro, por fin he entendido que pretende, cual es el objetivo del fútbol que intenta hacer la selección española. Es un juego cuyo riesgo tiende a cero, esto se consigue manteniendo la pelota, no importa que la posesión genere ocasiones de gol o que se haga rápido y de manera incisiva, no, lo que se trata de conseguir es que el rival no pueda hacer daño y si no tiene el balón lo máximo que puede hacer es cazar algún tobillo. Es un fútbol en el que no existen porterías, la propia porque sin balón no pueden hacerte daño y la ajena porque renuncias a ello. Primer objetivo conseguido, el segundo se suele lograr a partir del minuto setenta y cinco de partido, el rival se ha desgastado persiguiendo el balón infructuosamente, es el momento de apretar el acelerador y buscar, ahora sí, la portería rival. Ante un contrario cansado los huecos aparecen y la calidad de los Iniesta, Silva o Fabregas hace el resto. Y si algo falla está Casillas. Este plan de juego me parece tan lícito, tan válido como cualquier otro, pero por favor, que no me lo vendan como la quintaesencia del fútbol, como juego de ataque, como fútbol espectáculo, como la continuación del juego del Barcelona, porque es otra cosa, ni mejor ni peor, otra.

Una vez aclarado el fin último se explican el resto de cosas, el porqué un delantero centro vertical como Torres es un recurso, no una necesidad, el porqué extremos incisivos como Navas tienen sentido en los últimos quince minutos, no antes, el porqué se juega con dos mediocentros siempre por detrás del balón, el porqué Xavi se ve obligado a jugar más adelantado de lo que acostumbra, el porqué Iniesta o Silva no encuentran compañero cuando aprietan el acelerador. Claro y meridiano, sin reproches. Pero a uno le queda la duda, quizá la ilusión de imaginar que ocurriría si fuese Xavi quien inicia la jugada, si Iniesta, Silva o Fabregas jugasen a toda velocidad, si las bandas fuesen incisivas, si hubiese centros al área y remates del delantero centro…
España es un gran reserva, cuidado, hecho con esmero, envejecido en las mejores barricas de la mejor madera, pero en ocasiones es un vino que se vuelve demasiado áspero, pesado, con demasiada astringencia, en ocasiones a uno le apetece un vino joven, más afrutado, alegre, imperfecto, expresivo, primaveral.
junio 18, 2012

El capitán melancólico

El Campeonato del Mundo de Fútbol de 1950 significaba la vuelta a la actividad tras doce años marcados por la Guerra Mundial. El torneo se disputaba en Brasil, en el pais que quizá, más intensamente vivía el juego, casi religiosamente, para ello habían construido el mayor estadio del mundo, Maracaná, cuya capacidad rondaba los 200.000 espectadores. Iban a faltar diversas selecciones, pero a cambio acudía el vigente campeón, Italia aunque marcada por la tragedia de Superga un año antes en que varios de los mejores jugadores del pais, enrolados en el Torino morían en el accidente aereo contra la basílica de la ciudad. Acudía por fin Inglaterra, ausente en los tres primeros mundiales que era una de las favoritas. Junto a ellas estaba Uruguay, laureada en mundiales y juegos olímpicos y, sobre todas, la selección anfitriona, con una delantera fabulosa y toda la fe y la pasión de millones de hinchas.

El torneo se desarrolló con alguna sorpresa, como las derrotas de Inglaterra ante España y, sobre todo, ante Estados Unidos, pero a la hora de la verdad, el último día, en el último partido de la liguilla, que por primera y única vez decidía el Campeón del Mundo, se encontraban frente a frente Brasil y Uruguay. Los locales eran los grandes favoritos, no sólo porque con un empate les servía para coronarse, también por jugar de locales y por una delantera con un promedio de goles demoledor: siete a Suecia, seis a España. Aquella tarde todo estaba preparado en Maracaná para coronar a los brasileños, la fiesta estaba preparada, el discurso de Rimet redactado en portugués, incluso los dirigentes uruguayos no confiaban en otra cosa que en la victoria brasileña.
La leyenda del Negro Jefe comienza justamente ahí, cuando los dirigentes proclaman que ya han hecho bastante, que una derrota por menos de cuatro es aceptable, el seleccionador les pide que se cierren en defensa a esperar el previsible vendaval brasileño. Pero Obdulio Varela, ya en el tunel, antes de saltar a la cancha, decide que ha llegado el momento de ejercer de capitán. Dirigiéndose a sus compañeros les dice que nada de cerrarse y esperar, que si hacen eso los brasileños los van a pasar por encima, que pueden ganar y, finalmente, una frase refiriendose a la multitud que les espera que ha quedado en la historia:  «¡los de afuera son de palo!».
El partido comienza según lo esperado, los brasileños se lanzan en tromba sobre la portería de Maspoli, pero poco a poco los uruguayos consiguen, tocando el balón, que el ritmo vaya decayendo y los brasileños se adapten al esquema uruguayo en lugar de a la inversa.  La primera parte acaba con la multitud inquieta, en los encuentros anteriores el poderoso trio central del ataque local ha sentenciado los partidos por vía rápida. Al comienzo de la segunda mitad Friaça bate a Maspoli y anota por fin el primer gol del partido para Brasil, el estadio enloquece de júbilo y alegría, pero ante el estupor general, Obdulio Varela coge el balón de la portería, lo coloca bajo el brazo y se dirige lentamente hacia el juez de linea para reclamar un supuesto fuera de juego en el gol. El arbitro inglés se acerca pero ante la imposibilidad de entenderse, Varela consigue que un traductor entre en el campo para aclarar la discusión.
“…Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego, si no lo aquietábamos, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces a paso lento crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto off-side que no había existido, luego se me acercó el árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y que yo no sabía inglés. Pero mientras hablaba varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos, tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo de juego. Luego vi a los rivales que estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros que éstos no nos pueden ganar nunca, los nervios nuestros se los habíamos pasado a ellos. El resto fue lo más fácil”.
Cuando el juego se reanuda han pasado varios minutos, la fiesta del gol ha pasado y el estadio permanece en un silencio expectante. El partido y el ánimo de los brasileños se han enfriado. La recta final del partido se juega según el guión y el ritmo de los uruguayos, Schiaffino y Ghiggia anotan para dar la vuelta al marcador y sumir en la incredulidad y la estupefacción a todo el estadio que calla en un silencio atronador. Uruguay es campeón.
Jules Rimet baja al cesped para entregar la copa a los campeones, el desconcierto es total, entre una nube de gente Varela practicamente le arrebata la copa de las manos. El presidente de la FIFA lo recordaba así:
“…Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. Al término del partido yo debía entregar la copa al capitán del equipo campeón. Una vistosa guardia de honor se formaría desde el túnel hasta el centro del campo de juego, donde estaría esperándome el capitán del equipo vencedor (naturalmente Brasil). Preparé mi discurso y me fui a los vestuarios pocos minutos antes de finalizar el partido (estaban empatando 1 a 1 y el empate clasificaba campeón al equipo local). Pero cuando caminaba por los pasillos se interrumpió el griterío infernal. A la salida del túnel, un silencio desolador dominaba el estadio. Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, estrechándole la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación para su equipo… ”
Brasil está en silencio, de luto, mascando la tragedia. Tan grande es el impacto de la derrota que la selección no volverá a disputar un partido en dos años, que se abandonará el color blanco que vestían hasta el momento para cambiar a la verdeamarelha, que los componentes de aquella selección quedarían señalados para siempre por esa derrota.
Uruguay celebraba la victoria, pero Varela no estaba en la fiesta, había salido a la calle a mezclarse con la gente. Abrumado por la tristeza que observa por todas partes pasa la noche de bar en bar, bebiendo con los brasileños. Regresó al hotel al amanecer. Nacía el mito del Negro Jefe.
junio 16, 2012

Buenas noticias

Una buena noticia es que la selección española recupere su mejor versión y se muestre como el equipo dominante, agresivo, ingenioso, imaginativo e incisivo que era. Cierto es que el rival seguramente sea el rival más flojo no ya del grupo si no de todo el campeonato, pero aún así hay que hacerlo. La selección española se hizo dueña del balón como suele y lo movió con criterio, velocidad e intención. Cuando Iniesta y Silva entran en contacto con el balón todo el mundo está expectante, algo mágico puede ocurrir, y suele hacerlo. Además se encontraron en esta ocasión con un aliado en Torres, que tiró del equipo hacia arriba, añadiendo la profundidad que necesitan esos dos jugadores para sacar el conejo de la chistera. Si alguien pregunta como juega España, la respuesta está en el vídeo de la victoria ante Irlanda.

Una buena noticia es que Fernando Torres se acerque a su mejor fútbol y encuentre a ese compañero, en ocasiones esquivo, que es el gol. Ante los fornidos y lentos irlandeses el nueve de España mostró su mejor versión, desmarque, movimiento continuo, presión sobre los defensas y ese arte tan difícil del funambulista sobre la línea del fuera de juego que también domina Torres. Con los lanzadores que tiene por detrás le surgen muchas ocasiones de convertirse en el esprinter de cincuenta metros que es capaz de ganar a cualquier defensa. Pero todo lo anterior no es suficiente para un delantero centro sin el gol, y Torres lo encontró por duplicado: recupera rechace, dos zancadas y remate o carrera a la espalda de los centrales, control y remate. Esa es su esencia: zancada y golpe.

Una buena noticia es que en este fútbol de excesos, de coartadas políticas para la violencia, de falta de memoria, de exitismo exacerbado haya una afición que ante una derrota por cuatro goles sea capaz de despedir a su equipo cantando como un solo hombre. The fields of Athenry es una canción que habla de derrota y exilio, pero también de orgullo y dignidad. Una hermosa forma de decir al futbolista: lo has intentado y has perdido, pero lo has hecho con dignidad y honor, estamos orgullosos de ti, estamos contigo, eres uno de los nuestros.

junio 12, 2012

Fútbol y metafísica

Hay algunas tradiciones que parece imposible que acaben perdiéndose, una de ellas es que antes de comenzar un gran campeonato la opinión pública española desprecie a los rivales, aunque enfrente esté una selección cuatro veces campeona del mundo y con muchas más finales jugadas. Que si no tienen estrellas, que si es una selección de perfil bajo, que están conmocionados por el escándalo de las apuestas, etc. Pero en este mundo en que la memoria es tan escasa, (¡hay quien dice que la selección española actual es el mejor equipo de todos los tiempos!) nadie parece recordar que Italia compite siempre, que son equipos que se agarran al partido y es muy difícil que sean pasados por encima. Ayer no fue una excepción, Italia salió a competir, pero además lo hizo jugando al fútbol con criterio, bien colocados en el campo, construyendo alrededor de Pirlo y buscando la velocidad de sus puntas que, en más de una ocasión, encontraron la espalda de los cuatro defensores españoles.

Otra antigua tradición que se cumple regularmente es la de perder el tiempo en discusiones inútiles, en este caso el debate tiene nombre «el falso nueve» lo que podría ser un buen título para una tratado de metafísica, pero que en el fútbol es bastante estéril. La discusión alrededor del dibujo es cuando menos menor, ha habido equipos campeones con un delantero, con dos, con tres, con cuatro, con delantero centro, con dos, sin ninguno. Sí, España salía con seis centrocampistas, imagino que para el deleite absoluto de los amantes del fútbol sin porterías. Esta fórmula busca tener más posesión, hacer que los defensas rivales no tengan referencias fijas y se los obligue a salir de su posición, dejando huecos que pueden aprovechar los precisos centrocampistas españoles. Es decir, esa máxima futbolística de que es mejor llegar que estar. Guardiola ha hecho algo parecido en el Barcelona, pero con matices, uno se llama Messi, cuya sola presencia con el balón hace recular a la defensa hasta su área y el otro es ocupar las bandas con la máxima profundidad, eso España no lo hizo hasta la salida de Navas, juntando a mucha gente por el centro y creando un grave problema de falta de espacio. El problema de España, especialmente en la primera parte, fue de falta de profundidad, de anchura y de velocidad.
Ese debate absurdo sirve para ocultar otros detalles que no me gustaron. Uno es el lateral derecho, Arbeloa, un buen defensor, polivalente, honesto y trabajador, pero no el lateral que puede hacerse dueño de la banda como si parece poder hacerlo Jordi Alba en la izquierda. Quizá Juanfran sea el más adecuado para esa misión. El otro aspecto que no me gustó fue la combinación Busquets-Alonso, si no hubiesen jugado juntos con éxito en múltiples ocasiones, diría que su compatibilidad es dudosa. Ayer el madridista ocupaba el eje del equipo mientras el del Barcelona parecía fuera de lugar, desplazado de su posición natural y aportando más bien poco.
¿Lo positivo? La portería no ofrece ningún tipo de dudas, Casillas sigue fino y parando más de lo exigible. Me gustó el centro de la defensa, el dúo Piqué-Ramos me da la impresión de que va a ser fundamental, seguros atrás y con mucha salida de balón, quizá se echase en falta esas incorporaciones desde atrás hacia el centro del campo que ambos realizan en sus equipos, si bien es cierto que ayer no era sencillo hacerlo con los dos puntas italianos y el poco espacio que había por el centro.
La salida de Navas y, sobre todo, de Torres en la segunda parte cambió el partido, de repente aparecieron los espacios que antes no había y todo resultó más reconocible. El madrileño aportó mucha profundidad aunque poco acierto, lo hace todo bien salvo encarar al portero, lo cual es un lastre que le puede alejar de la confianza y de la titularidad. ¿Donde está Llorente? Por último, lo más positivo es la presencia en el equipo de Iniesta y Silva, dos de los mejores futbolistas de este campeonato y que pueden marcar la diferencia en cualquier momento, alrededor de ellos dos debe organizarse todo lo demás. Su buen estado de forma, sus ganas de balón son las mejores noticias que puede recibir la selección española.
marzo 21, 2012

One-nil to The Arsenal

Antes de que Wenger cambiará la cara y el estilo del Arsenal, en los tiempos, que ahora parecen del pleistoceno, en que George Graham se sentaba en el banquillo de Highbury, el estilo del equipo era muy diferente al que el entrenador alsaciano impuso a su llegada al club. En aquellos tiempos The Arsenal practicaba una forma particularmente defensiva y cicatera del kick and rush británico. Su estilo de juego junto a los cánticos que se oían en el estadio hacían al club londinense especialmente desagradable y antipático dentro del fútbol de las islas. Sin embargo, aquel estilo era aceptado y asimilado como propio por sus seguidores como parte de su forma de ser, el cántico de one-nil to The Arsenal era coreado por la grada como seña de identidad. Esta forma de fidelidad por encima de cualquier consideración estética o, incluso ética, que tal era el caso, se va perdiendo en el fútbol actual, especialmente fuera de las islas británicas, donde casos como el Stoke City actual se mantienen vivos.
En la liga española las fidelidades son más livianas y efímeras. No es extraño ver como una afición abuchea a su propio equipo o muestra su desagrado con el juego. La entrega, la competitividad, incluso la victoria, no son suficientes, se exige además buen juego, y como tal, con bastante estrechez de miras, sólo se admite el juego combinativo, de pase corto y posesión del Barcelona o de la Selección Española. Las aficiones del Athletic de Bilbao, la del Atlético de Madrid, la del Betis,  simbolizan ese fenómeno en vías de extinción, la de la fidelidad absoluta por encima de cualquier circunstancia.
Probablemente la actitud de los campos españoles es más racional, más sensata, incluso más moderna que la otra. El fútbol es también espectáculo, como el cine, como la ópera, como las fuentes luminosas, y en todo espectáculo es exigible un cierto nivel de calidad. Amor sí, pero con posibles. Lógico. Pero que quieren que les diga, a uno que además de antiguo es, me temo, romántico, le gusta you’ll never walk alone, el manque pierda, el amor fou, la parte irracional y loca que ha hecho del fútbol lo más importante de las cosas menos importantes.
marzo 20, 2012

Fútbol de izquierdas

Fútbol y política se tocan y hasta mezclan en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, habitualmente con más beneficios para la segunda que para el primero. A consecuencia de esa relación, surge la pregunta de si existe un fútbol de derechas y un fútbol de izquierdas. Un criterio para responder a esa pregunta puede ser la historia de los clubes y de sus aficiones, así el Sankt Pauli hamburgués o el Livorno serían de izquierdas mientras que  el Lazio romano o el Real Madrid estarían más próximos a la derecha, con ese criterio se ha calificado a más de un equipo de izquierdista, de fascista, de nacionalista o de varias cosas a la vez. Un ejemplo paradójico: el Barcelona tomando como referente al Real Madrid podría calificarse como progresista, pero si le comparamos con el Espanyol, con su vecino de ciudad, apoyado por trabajadores emigrantes del sur de España, podría ser considerado de derechas, el equipo de la burguesía catalana.

Una segunda aproximación surge de la figura de Menotti, así el juego de ataque vistoso, de toque y combinación sería un fútbol de izquierdas, en el que los medios cuentan tanto como los fines, el como tanto como el que. Frente a la figura del Flaco, su inverso y contrario, Bilardo. El futbol de los equipos del Narigón y de tantos otros similares serían de derechas, en los que el fin justifica los medios.

Aún podríamos ir más lejos, el Corinthians cooperativo, libertario y solidario de Socrates sería de izquierdas, un equipo en que todas las decisiones se tomaban de manera conjunta y democrática. Con ese ejemplo se podría confrontar aquellos equipos en que las decisiones las toma una única persona y todos los demás miembros del equipo acatan y obedecen. Pero el criterio que hoy quiero traer a colación es diferente a los anteriores, hoy quiero hablar del concepto de juego en equipo, de la solidaridad en el campo y del concepto de esfuerzo colectivo.

A comienzos de los años 80, el Inter de Trapattoni era un equipo competitivo con las armas que mejor han podido definir durante decenios al calcio y a los equipos del entrenador italiano. Defensa férrea, marcajes individuales, catenaccio y esperar la ocasión para ganar uno a cero. En aquel equipo sobrevivía un extremo brasileño de nombre Juary que lloraba amargamente su suerte en aquel equipo, condenado a trabajar contra su naturaleza los noventa minutos. El único que estaba liberado de picar piedra era el delantero centro, Altobelli, quien solitario en la punta del ataque debía aprovechar las escasas ocasiones de las que iba a disponer. Sería, según el criterio en cuestión, un equipo de derechas, la gran mayoría realiza un trabajo estajanovista para que brille uno o dos jugadores. Otro ejemplo sería el Napoli de Maradona, en el que el astro argentino, lideraba de manera absoluta al colectivo  cual caudillo. Frente a ese fútbol, el juego colectivo en que todos y cada uno de los once futbolistas son protagonistas y trabajadores, en el que todos atacan y defienden al unísono. Pocos ejemplos de lo anterior mejores que los equipos de Marcelo Bielsa.

Newell’s, Velez Sarsfield,  Argentina (con matices), Chile o ahora el Athletic son paradigmáticos ejemplos del concepto de juego en equipo. Los equipos de Bielsa son agresivos, valientes, protagonistas, verticales y solidarios. Todos atacan y todos defienden. Todos se entregan con la fe del fanático a la causa del fútbol tal y como lo entiende el Loco rosarino. Pasión, entrega, intensidad, concentración, son las características que definen a Bielsa y definen a sus equipos. La vieja diatriba entre jogo bonito y resultadismo queda obsoleta tras ver jugar a sus equipos.  La discusión entre líricos y esforzados, entre toque y patadón, entre posesión y contraataque pertenecen al pasado. Los equipos de Bielsa salen a ganar siempre, atacando sin tregua, rápidos, intensos y haciendo lo necesario para llegar a la portería rival, ni más ni menos. Cuando pierden el balón se lanzan a su recuperación con agresividad y valentía. Para ello se realiza un esfuerzo colectivo enorme en duración e intensidad, pero también en solidaridad, todos participan en la creación y en la recuperación, la estrella del equipo y el defensa más limitado.  La sociedad ideal de la vieja izquierda.