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marzo 20, 2012

Fútbol de izquierdas

Fútbol y política se tocan y hasta mezclan en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, habitualmente con más beneficios para la segunda que para el primero. A consecuencia de esa relación, surge la pregunta de si existe un fútbol de derechas y un fútbol de izquierdas. Un criterio para responder a esa pregunta puede ser la historia de los clubes y de sus aficiones, así el Sankt Pauli hamburgués o el Livorno serían de izquierdas mientras que  el Lazio romano o el Real Madrid estarían más próximos a la derecha, con ese criterio se ha calificado a más de un equipo de izquierdista, de fascista, de nacionalista o de varias cosas a la vez. Un ejemplo paradójico: el Barcelona tomando como referente al Real Madrid podría calificarse como progresista, pero si le comparamos con el Espanyol, con su vecino de ciudad, apoyado por trabajadores emigrantes del sur de España, podría ser considerado de derechas, el equipo de la burguesía catalana.

Una segunda aproximación surge de la figura de Menotti, así el juego de ataque vistoso, de toque y combinación sería un fútbol de izquierdas, en el que los medios cuentan tanto como los fines, el como tanto como el que. Frente a la figura del Flaco, su inverso y contrario, Bilardo. El futbol de los equipos del Narigón y de tantos otros similares serían de derechas, en los que el fin justifica los medios.

Aún podríamos ir más lejos, el Corinthians cooperativo, libertario y solidario de Socrates sería de izquierdas, un equipo en que todas las decisiones se tomaban de manera conjunta y democrática. Con ese ejemplo se podría confrontar aquellos equipos en que las decisiones las toma una única persona y todos los demás miembros del equipo acatan y obedecen. Pero el criterio que hoy quiero traer a colación es diferente a los anteriores, hoy quiero hablar del concepto de juego en equipo, de la solidaridad en el campo y del concepto de esfuerzo colectivo.

A comienzos de los años 80, el Inter de Trapattoni era un equipo competitivo con las armas que mejor han podido definir durante decenios al calcio y a los equipos del entrenador italiano. Defensa férrea, marcajes individuales, catenaccio y esperar la ocasión para ganar uno a cero. En aquel equipo sobrevivía un extremo brasileño de nombre Juary que lloraba amargamente su suerte en aquel equipo, condenado a trabajar contra su naturaleza los noventa minutos. El único que estaba liberado de picar piedra era el delantero centro, Altobelli, quien solitario en la punta del ataque debía aprovechar las escasas ocasiones de las que iba a disponer. Sería, según el criterio en cuestión, un equipo de derechas, la gran mayoría realiza un trabajo estajanovista para que brille uno o dos jugadores. Otro ejemplo sería el Napoli de Maradona, en el que el astro argentino, lideraba de manera absoluta al colectivo  cual caudillo. Frente a ese fútbol, el juego colectivo en que todos y cada uno de los once futbolistas son protagonistas y trabajadores, en el que todos atacan y defienden al unísono. Pocos ejemplos de lo anterior mejores que los equipos de Marcelo Bielsa.

Newell’s, Velez Sarsfield,  Argentina (con matices), Chile o ahora el Athletic son paradigmáticos ejemplos del concepto de juego en equipo. Los equipos de Bielsa son agresivos, valientes, protagonistas, verticales y solidarios. Todos atacan y todos defienden. Todos se entregan con la fe del fanático a la causa del fútbol tal y como lo entiende el Loco rosarino. Pasión, entrega, intensidad, concentración, son las características que definen a Bielsa y definen a sus equipos. La vieja diatriba entre jogo bonito y resultadismo queda obsoleta tras ver jugar a sus equipos.  La discusión entre líricos y esforzados, entre toque y patadón, entre posesión y contraataque pertenecen al pasado. Los equipos de Bielsa salen a ganar siempre, atacando sin tregua, rápidos, intensos y haciendo lo necesario para llegar a la portería rival, ni más ni menos. Cuando pierden el balón se lanzan a su recuperación con agresividad y valentía. Para ello se realiza un esfuerzo colectivo enorme en duración e intensidad, pero también en solidaridad, todos participan en la creación y en la recuperación, la estrella del equipo y el defensa más limitado.  La sociedad ideal de la vieja izquierda.